09 de junio de 2025

¿Es la IA mejor traductor que un traductor humano?

En los últimos años, la inteligencia artificial ha avanzado a pasos agigantados en el campo de la traducción automática. Herramientas como DeepL, Google Translate o incluso modelos más avanzados como ChatGPT han impresionado a muchos por su velocidad y nivel de precisión. Esto ha llevado a una pregunta recurrente, especialmente entre quienes requieren servicios de traducción profesional: ¿Puede la IA reemplazar al traductor humano?

La rapidez y el alcance de la IA

Es innegable que las herramientas automáticas tienen ventajas importantes:

  • Velocidad: pueden traducir cientos de páginas en segundos.
  • Disponibilidad: están accesibles las 24 horas, sin importar zona horaria.
  • Costo: muchas son gratuitas o considerablemente más económicas.

Estas cualidades son atractivas, sobre todo cuando se necesita entender el contenido general de un texto de forma inmediata.

¿Y qué pierde el texto con la IA?

A pesar de estos beneficios, la inteligencia artificial aún carece de las capacidades cognitivas, éticas y contextuales de un traductor humano. Esto se traduce en problemas como:

  • Falta de sensibilidad cultural y jurídica: la IA puede ofrecer términos correctos lingüísticamente, pero errados jurídicamente (en el caso de nosotros, por ejemplo, los peritos dedicados a la traducción jurídica).
  • Traducciones literales o sin criterio: omite matices, juegos de palabras, ambigüedades y referencias culturales o contextuales.
  • Ausencia de responsabilidad profesional: si una traducción automática genera errores legales, ¿quién asume las consecuencias?

El factor humano: juicio, ética y especialización

Un traductor humano profesional —especialmente uno especializado en traducción jurídica— aporta elementos que una IA no puede replicar:

  • Juicio profesional: interpreta el significado, no solo las palabras.
  • Precisión terminológica: especialmente en áreas sensibles como el derecho.
  • Responsabilidad ética: respeta la confidencialidad, la fidelidad al texto y responde por su trabajo.
  • Adaptación al propósito: distingue los fines para los que se utilizará el documento.

¿Qué pasa en la práctica?

En textos informales o no oficiales, la IA puede ser útil como herramienta de apoyo. Pero en el ámbito jurídico —donde una coma puede cambiar el sentido de un contrato o donde un término mal traducido puede invalidar una cláusula— el traductor humano sigue siendo insustituible.

Incluso en proyectos donde se utiliza la traducción automática, el rol del traductor humano se vuelve clave como post-editor profesional: revisa, corrige y adapta el texto generado por la máquina para asegurar su calidad y fiabilidad.

Conclusión

La IA es una aliada poderosa, pero no reemplaza al traductor humano. Es importante recalcar los grandes avances tecnológicos y el aporte innegable que puede hacer la IA a nuestra labor. Sin embargo, es importante tomarla como lo que es, una herramienta.

El conocimiento especializado, el criterio, la experiencia y la ética son cualidades que siguen haciendo del traductor profesional —y muy especialmente del traductor jurídico— una pieza esencial en la comunicación entre sistemas legales, culturas y lenguas.

La traducción no es solo técnica ni “saber un idioma”: es también comprensión, precisión y responsabilidad. Por eso, cuando el contenido importa, confía en una mente humana con formación profesional.